¿Preguntarás por mí? ¿Sabrás mi nombre?
¿Descubrirás las múltiples caricias
que encerré en cada verso?
En la tersa, desnuda sinfonía
que me dictara el alma enamorada,
¿percibirás el júbilo, la herida,
la angustia y el olvido
que tu propio pasado determinan?
Porque es más el acervo que nos une,
que los rasgos que nos singularizan.
Y cuanto yo he vivido, o he soñado,
no es pertenencia mía en exclusiva;
cada cual lo ha gozado, lo ha sufrido,
y es parte de su vida.
Idéntico paisaje
penetrando por todas las retinas.
No es relevante el nombre, mensajero;
lo es el legado, la obra transmitida.
Ese soy yo, la mente engendradora,
el espíritu inquieto, en agonía,
Huerto de los Olivos,
y corona de espinas,
o Tabor de la luz y de la gloria;
la mano que acaricia,
el susurro que calma,
la seductora, cálida sonrisa.
Lo que soy, cuando aún pienso;
lo que fui, si ya ausente en la otra orilla.
Es la parte que te habla,
la que te desconcierta, que te intriga,
pensando que conozco tus secretos,
humillación, derrotas, rebeldías.
Ahí vivo, en cada estrofa,
te hablo desde mi propia anatomía,
desde el mundo sutil de mis ideas,
desde este corazón, fuego y ceniza.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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