Ni un solo minuto de descanso.
Piensas que es un deporte extraño.
Siempre en la mente.
Es colgar de la nieve más alta.
Es volar entre meandros de agua
a la velocidad de los sueños.
Es imaginar que no sabes por qué.
Ni un minuto de descanso.
Y la piel se agrieta y notas
cómo salen de tu cuerpo millones de brazos diminutos
que ni rozan tu sombra siquiera.
Te abrazas y lloras sangre y soledad.
Recoges tu sufrir y la sensación de que el tiempo
es sólido y se adormece y pesa.
Ni un minuto.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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