El hombre descubrió la tierra,
le habló,
a través de los años aprendió
la sabiduría de la naturaleza
el virgen metal;
las riquezas doradas.
Envuelto en la ambición
se pulió su dignidad,
quiso hacer conquista sagrada
del Reino de Dios;
ganar una batalla perdida.
Buscó el poder
y tuvo guerra,
luchas de arma,
caballos,
invasiones.
La sangre comenzó a derramarse
por toda la humanidad,
todos los paisajes manchados,
los mares teñidos
de un mohíno rojo.
Cuando las almas
tocaron las puertas del cielo,
por dar una razón
en busca de un perdón;
mancharon las paredes del Reino,
las lágrimas no fueron de agua cristal
al hacer a Jesús llorar.
Así a través de los siglos
las paredes de tu casa se manchan
y si despiertas una mañana
con el corazón entre tus manos
y notas que el blanco color se perdió
es porque nuestro Señor lagrimeó.
MARÍA SOLEDAD ACTIS-Argentina-
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