Yo vi la fuente llorona
de tus ojos luminosos,
en mi sueño te abrazaba
creyendo que estaba solo;
era el ángel de la guarda
quien velaba por nosotros.
Y aquel día en la ribera
debajo los grises chopos,
amor te di de mi cuerpo
entre los verdes hinojos,
se quedaron los recuerdos
de dos niños caprichosos.
Sólo quisieron amarse
en los tranquilos arroyos,
el agua de los remansos
se reflejaba en tus ojos;
por aquella bella senda
ya nacieron los piropos.
Al contemplar tu belleza
los pajarillos más locos,
bebieron de tu sonrisa
felicitando a dos novios;
por el monte desdentado
hasta crecen los matojos,
de tus lágrimas benditas
se anegaron los retoños;
de rosa son tus mejillas
el más luciente tesoro;
son los labios de mi niña
lo mismo que son tus ojos.
JERÓNIMO DORADO-Ayamonte-
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