La sangre desgastada riega
La lucha entre la lujuria y la castidad.
El cáliz intenta apagar su sed
En el dilatado confín de la nítida cal.
En el vaso de la noche se desencadena la tormenta
Que rompe mis propios esquemas.
Fría materia, figura abstracta, inquebrantable coherencia.
La violenta sensualidad del desnudo alabastro
Apresa fuertemente con las manos,
La irrespirable, silenciosa y estéril verdad.
Entre los dos trazamos el mapa
Del sombrío vestíbulo que incendia las entrañas.
Mi segunda piel se permite el lujo de soñar
Con la llave que abre el secreto de la cueva sagrada.
El tiempo semidesértico se pierde,
Interminable tortura, lenta demolición
El interlocutor mudo se resigna, se suicida.
La vida me lo pone difícil.
La arquitectura emocional toma el mando de mi voluntad…
PILAR REDONDO -Córdoba-
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