El arpaAbrázame, mujer, con la ternura
del suave amor que sólo vive en sueños;
reclina la mejilla en mi columna,
bésame con tu pelo.
Desliza sobre el muro de mis cuerdas
la magia delicada de tus dedos,
dando voz a la oculta melodía
dormida en mi silencio.
Y al destrenzar mis notas, el tumulto
de sonrisas que arrancas y te ofrezco
pondrá en la curvatura de mi espalda
dulce estremecimiento.
Cierra los ojos, dame tus caricias,
y yo he de darte un canto siempre nuevo,
y un temblor en la piel que ha de agitarte
con cierto desconcierto.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Ángeles-
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