¿Te vendrías conmigo?
¿Te vendrías conmigo? Desde lejos
engendra el corazón tantas promesas,
aborda la razón tantas empresas,
que tan sólo nos llegan sus bosquejos.
La realidad se pierde en los espejos,
no logra alzar el vuelo. Cuanto expresas
con tanto fuego, quedará en pavesas.
Y ellas, sí, volarán, meros reflejos.
No dudo de la fe, del arrebato,
mas no son toda tú, sino un sustrato
entre objetividad y desvarío.
Es tan bello soñar. Y bien, soñemos.
Nuestra es la barca, nuestros son los remos,
no hay meta a que llegar. Y el mar es mío.
De noche
Se va apagando la ciudad. El ruido
yace desharrapado en las aceras.
Agoniza la luz. Las cristaleras
bajaron ya sus párpados, y erguido
sobre el paisaje vertical dormido,
tiende sus negras alas agoreras
el titán de la noche, y plañideras
las ninfas de la tarde se han vestido.
Nuestra prerrogativa es el desnudo,
amantes prestos a engarzar el nudo
en ésta, la más apta de las horas.
Acércate, mujer. La única vida
late en este recinto, y nos convida
a secuencias de amor arrobadoras.
A mi nivel
Detesto pedestales e incensarios,
prerrogativas de héroes y deidades.
Te quiero a mi nivel, sin salvedades,
forastera a Tabores y Calvarios;
en mera humanidad, ambos plenarios
de nuestras propias autenticidades,
y ajenos a banales dignidades
que tornan semejantes en contrarios.
La regla incontestable de oro estriba
en jamás dirigirnos hacia arriba
para buscar al otro, ni hacia abajo.
A mi nivel, radiante o gris, te quiero,
e idéntica postura de ti espero,
ya en amor, en holganza o en trabajo.
En la huella
Nunca sabe el camino quién lo pisa,
ni quién busca su sombra el olmo advierte.
Cada huella en la gleba se convierte
en expresión anónima, imprecisa.
Yo he transitado sendas, ya de prisa,
fugitivo de un ciclo a vida o muerte,
ya a paso lento, como quien convierte
días en años, en tenaz pesquisa.
De aquéllas, poco memorable queda,
muslos de par en par, manos de seda,
hambre de fuego, o tímido tabú.
De las otras, improntas emotivas,
palabras de oro, nuevas perspectivas…;
mas de nombre en la huella, sólo tú.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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