Retrato: Uniformidad.
Un legión de pelados en tumulto, las calles han tomado; los uniformados. Ahora ya no hay calvos, ahora son todos pelados, que es mucho mejor que calvos, pues calvo es de viejos, y pelado de joven: mas los que son pelados calvos, pudieran ser acomplejados, que quizá fuera más feo, que el ser viejo.
Con tus gafas de sol vas sobre tu cabeza, para que hagan de transición de calva a pelada y, tu incipiente calva se iguale a tu orondo y pelado cráneo, y le eche un capote a tu sonrojante calva, que te avergüenza tenerla.
Zapatillas con los dedos de los pies fuera o si no, deportivas de cartón piedra para ir a la discoteca y beberte dos cubatas; pantalones de tejano, acortados por medio de las pantorrillas, marcando paquete o poniéndote relleno, de guatas o de papeles. Camiseta negra, con muchos letreros puestos, que hablen de Nueva York o de las Islas Caimanes, con manga corta que deje ver tus enormes tríceps, trabajados de gimnasio y repletos de tatuajes negros, con dibujitos alternos de números o letreros; y sobre tu robusto cuello que a tu papada da soporte, así como a tu pelada y brillante pelada calva; sobre ella, las ya mencionadas gafas, mas en vez de unas, dos, dos gafas muy negras y muy grandes; unas para el sol puestas y las otras sobre tu cabeza, para disimular tu calva. Ya hay quién ha visto a “uno” que llevaba hasta tres; las unas para ver y no ser deslumbrado, las otras cubriéndole la frente tal vez por coquetería, y las terceras en la pelada calva, éstas puestas por sombrero, casi casi, cordobés.
La imagen de juventud, imagen a no renunciar, jamás. No hacerse nunca mayor, aun a costa de ocultarse, bajo una pelada calva.
Julio Guzmán Sanchis
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