Entre mazorcas y el lodazal
Durante casi toda la noche había pasado una fuerte tormenta en el pueblo de Pipianales, allá en un rinconcito protegido por las montañas del maravilloso Totonacapan.
A las seis de la madrugada, los trabajadores están desayunando unas deliciosas tortillas hechas a mano y unos frijolitos con epazote, acompañados de salsa de chiltepín. Después, preparan el caballo y las dos mulas. Al primero le ponen una silla de montar y a las demás, unos fustes de montura bien desgastados, además de unos trapos de tela para cuidar la piel de los animales de carga.
- “Si quieres que te dure una bestia, es mejor cuidarla,” le dice un padre a su hijo.
El dueño del terreno se hizo acompañar de su hijo mayor y de dos peones a los cuales les paga cada fin de semana. Además de llevar una botella de aguardiente, del bueno y fuerte, así como de una cantimplora con agua.
Emprenden el recorrido y durante el camino van abriendo trancas y falsos. Van transitando por veredas cubiertas de lodo barroso, así como de hierba o maleza.
Hermosos paisajes se reflejan desde muy temprano e irlos recorriendo es un buen aprendizaje para ese joven y las personas que también van rumbo a la pequeña propiedad del señor. El señor es dueño de cinco hectáreas. Aún lo recuerda y les va contando que el certificado parcelario se lo otorgó el Registro Agrario Nacional. Vuelta tras vuelta, papeles tras papeles y no veían avance de los trámites. Fueron muchos años de lucha para que se aplicará las leyes zapatistas de dar las tierras a quien la trabaja. Gracias a un abogado, experto en temas agrarios, a quién se le pagó por sus servicios. Lo importante que sacó a favor el caso y aquí están los resultados. Con eso es más que suficiente para producir y cosechar.
- “Nosotros salimos ganando porque tenemos nuestro propio manantial de agua en la parcela,” comenta el señor.
Cuando llegan al terreno se llevan la sorpresa que la milpa está tirada en su mayoría. Antes de lamentarse, el señor les comenta:
- Hoy nos vamos tarde, hay que levantar la milpa y cosechar varios bultos de mazorcas.
Soltaron a las bestias en un pequeño espacio para que coman pasto, mientras ellos se van a levantar la milpa en ir pizcando poco a poco. Encuentran maíz nacido, molcates y mazorcas mojadas. Se llegan casi las tres de la tarde y cortan unos nopales y los juntan con unos elotes. Hacen una pequeña fogata y asan los nopales y los elotes. Eso es su comida de medio día y regresan al jornal.
Pasan las horas y ya casi se oculta el sol, cuando cargan a las bestias. Al regresar el camino se pone más resbaloso por el barrial y van cuidando que no se les rompa ningún costal de maíz. Al otro día serán usado para consumo personal o se venderá si es que el maíz tiene un precio justo.
Fernando Hernández Flores
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