A noche, anduve conmigo mismo, en el sueño;
ese niñito de siete años, atravesando extensiones,
montes, arriesgando la vida, tan pequeño, arrastrado
entre crecientes de acequias en invierno.
Cuántos jardines y ríos secos
y sólo aflora en mí el gusano;
me hundo en lodo y me encuentro porque me busco
con insistencia,
en un silencio, en los estantes desocupados
en rastros de cucarachas,
y en esos cuerpos caben amor y vino
incluso después de muertos.
OMÍLCAR CRUZ RESTREPO
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