En un abismo de luces envejecidas coexisten:
Una hora canosa con el color del miedo
torrente de peces bordeados por el estigma de la muerte
promesa de ideas nuevas
encaminadas a la inocencia.
Asoma una tristeza de ondas maculadas
bajo un cielo acobardado
acosada por una fantasmagoría
de afiladas caricias.
Muerden su alma voces verticales, ojos roncos
cuando un beso de reojo en la comisura del silencio
devora un pastel de ovarios
manchados de miel.
El mar mira el futuro de una pregunta ensangrentada
pasado detenido en un ataúd de sospechas
cuyo presente invoca una riada de caricias usadas
envueltas en el cordón umbilical del amor.
Un espasmo lleno de arena
se abraza con una terneza erecta
un abrazo cortado a la mitad se abandona a los besos y,
en el horizonte de ese mar pleno de espectros,
un soplo de tinieblas
marca el límite del averno.
Víctor Díaz Goris
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