Hubo unos años, que en estos pequeños pueblos
escaseaba el empleo, lo que obligó a sus jóvenes en
edad de trabajar a tomar la drástica y dolorosa decisión, de marchar
fuera de la provincia, para buscar ese empleo tan deseado en el
tiempo.
La huida de jóvenes de los lugares más pobres, fue de tanta magnitud,
que rápidamente originó una elevada emigración que acabó dejando a
esos lugares diezmados de habitantes, en muy poco tiempo por el
fuerte empuje de la civilización y la interesante atracción, que tenía
sobre la juventud el poder adquisitivo que predisponían ciertas
ciudades. Éstas en su momento se encontraron, inmersas en el
profundo problema de poder dar cobijo a tantas personas, atraídas por
ese empleo del que no disponían ni en sus sueños más conformistas,
donde el auge de su elevado y rápido crecimiento, parecía no tener fin.
Esta elocuente juventud, pasados los años suelen volver
momentáneamente al pueblo que los vio nacer y fueron felices, hasta
que la miseria les empujó a buscar, nuevos horizontes poder labrar se
un futuro más placentero.
Años más tarde, deseosos de descansar entre viejos conocidos y en
lugares abiertos a la naturaleza, donde suele predominar una
exagerada tranquilidad y pasividad, regresan al pueblo con más o
menos frecuencia.
Los días de descanso y reencontrarse, con los recuerdos del pasado y
haciendo volar su imaginación.
Alberto Díaz Genoher
Publicado en la revista Esta Tierra 110
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