MIGUEL CALDERÓN DE LA BARCA
“NUESTRO GRAN BENEFACTOR”
Tras la muerte de Don Miguel Calderón de la Barca, Cristóbal García Morejón -primo hermano suyo- se encargó de cumplir los deseos que el difunto dejó por escrito en su testamento. Uno de tantos, fue la donación de un crucificado de marfil que colocó en el interior de la sacristía de la antigua parroquia de Santa Catalina.
El arte de la talla en marfil, la eboraria, era escaso en España, casi la totalidad de las piezas realizadas en este material llegaban del archipiélago filipino, bajo dominio español hasta 1898.
Los artistas hispanos-filipinos recibían el nombre de “sangleyes” -habitantes de ascendencia china instalados en las islas- y en su labor cohesionaban las tradicionales orientales y occidentales.
El “Crucificado Sangley” que hoy guarda el antiguo Convento de Victorios, es anónimo, probablemente de la segunda mitad del siglo XVIII, en él observamos los rasgos típicos de oriente; párpados abultados, grandes cavidades orbitarias y cierto “achicamiento” de los ojos remarcado por el delineamiento en negro. Son abundantes los restos de policromía y el señalamiento de rasgos faciales como las aletas de la nariz y las pupilas.
La anatomía muestra un trabajo exquisito, destacando la labor en las venas, hinchadas por la sequedad corporal que produce la agonía en la cruz.
Cristo parece exhalar, expulsando su último aliento para completar así la voluntad del Padre, el dramatismo del último instante es visiblemente excepcional en su boca entreabierta, los ojos policromados que miran al cielo, la tensión muscular notable en cada parte de su cuerpo, que a pesar del patetismo, presenta un semblante suave y elegante.
La corona de espinas no sigue los típicos modelos más conocidos en la Andalucía occidental, el crucificado tiene tallado en el mismo bloque craneal un “casco de espinas”, acercándose más a lo que pudo portar Cristo en el momento de su “coronación”.La cruz plana de madera, es posterior.
Todo el cuerpo está tallado en un solo fragmento de colmillo de elefante, excepto los brazos, trabajados a parte y ensamblados después. Debido a sus pequeñas dimensiones, no se divisa la curvatura típica del colmillo, como si vemos, por el contrario, en el Cristo de Marfil de la Capilla de la Misericordia.
Esta obra engrosa la colección artística del tesoro parroquial de Conil, cuyos pilares y mejores piezas fueron donación de “nuestro gran benefactor”, gran parte de ellas recogidas, catalogadas y estudiadas por doña Leticia García de Ceca Sánchez del Corral en su tesis doctoral.
JOSÉ FLEKI
Compartido por Manuel Cortés
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