Fusiles de mentiras disparan luces viejas
comparecen ingenuos algunos pordioseros.
Se enredan con sus sueños
engañados
exhibiendo harapos de inocencia.
La historia se repite
fuegos artificiales iluminan el cielo
el alcohol y la fiesta alivian los tormentos.
Momentáneos fulgores disipan los recuerdos
y todos son felices creyendo que los tiempos
se acunan en las ramas desafiando al crepúsculo
que tarda en esconderse.
¿Hay alguien que pregunte donde están los luceros?
¿Dónde habita lo cierto?
No es suficiente hacer un balance de credos.
Cuando el jolgorio acabe
y brille el sol de nuevo
la máscara del juego
se irá tras la memoria de los ciegos.
Y se abrirá la aurora que indique
que es mandinga el señor que promete
que el nuevo año es bueno.
Si el hombre no recicla los pensamientos brunos
seguiremos nadando en el pútrido fango
que ahoga las mañanas
con sus velos.
Es hora de subir la apuesta al firmamento
y cubrirse de aromas
y ser un hombre nuevo
que aspire a dar amor
a morder la soberbia
para morir en paz, aunque grite el lamento.
Beatriz Ojeda
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