He viajado en los trillares del tiempo;
algunas veces… me encontré contigo.
Lejos de luces, en noches de invierno,
en la soledad de siglos… prosigo.
Como entre mil fuegos de egoístas…
sus envidias ladran como siempre,
son oscuras… yo, luz de amatistas;
no han podido segar mi voz de temple.
En los orificios del excremento,
ellos cultivan el desprecio, el odio;
sigue el delirar de mis inciertos
porque pleno de amor me asombro,
con la flor de hiedra que besa el viento,
donde mi alma grita… entre escombros
Del libro: “El ruido del silencio” de
Raúl Ignacio Lario -Argentina-
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