El viento enfurecido golpea
las persianas de la noche,
desmenuza el vacío,
arroja átomos de ira sobre la pobreza.
¿Dónde el cobijo de los pájaros sin nido?
¿Dónde el camino llano de pies desnudos?
¿Dónde corazones de latidos pares
e impares al unísono?
¿Dónde un mar de gestos sin palabras,
que hagan de la orilla, dorado sol?
¿Dónde aguarda el cielo al infierno?
No alcanzo a comprender la perenne arteria
de la miseria.
Las calles aún duermen en el traje carcomido
del vagabundo.
Quiero que los ojos del alba sean del mismo color para todos los hombres.
¿Cómo es posible que jamás el viento despeine los cabellos de la humanidad?
Consuelo Jiménez
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