martes, 31 de marzo de 2020
PARÁBOLA
Cuando hubo las primeras hospitalizaciones él y su esposa pidieron permiso para no ir a trabajar una temporada, mandaron una carta a los tutores de sus hijos para que les enviaran las tareas al correo electrónico, compraron un congelador enorme que bajaron al sótano junto a útiles, electrodomésticos y algunos enseres de cocina, instalaron una ducha de campaña, cavaron un agujero para improvisar un retrete, tiraron un cable para dotarlo de luz, alargaron la antena de la televisión y el hilo del wifi, bajaron el sofá, los colchones, seis mantas, tres mudas de ropa para cada uno, libros, sudokus, la play station y una baraja española, fueron al supermercado con los dos coches de la familia y llenaron sus maleteros con cajas de leche, legumbres, carne congelada, harina de repostería, aceite, galletas, pasta de dientes y papel higiénico como para empapelar doce dormitorios de dimensiones considerables, de vuelta a casa pararon en una ferretería para comprar un bote de silicona y un rollo de cinta americana, cerraron la puerta del sótano tras ellos, sellaron sus junturas, se miraron, preguntándose cuánto duraría la cuarentena preventiva que se habían impuesto, se acomodaron entre el sofá y los colchones, se volvieron a mirar, la mayor de las hijas preguntó y ahora qué y el pequeño tosió.
José Quesada Moreno
Compartido por Juan Luis Rincón Ares
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