Colina de oro
solo salpicado
con los verdes magueyes,
paleta de espigas.
El trigal pronto
resplandecerá más violento
que el mismo fuego
y el grano cobrará dureza.
El segador florido
con la hoz aserrada
a crujidos terminará
la faena, siega redentora.
Luego quedarán
solo rastrojos
quebrados huesos de cañas
al imperio del silencio.
Apresurada la era maternal
con su pradera domesticada
espera a la danza, el trote
separador la paja del grano.
A puñadas el trigo, germen,
semilla y fécula, se tornará
en el pan nuestro y cotidiano
solo así la vida, seguirá venciendo.
Orlando Ordóñez Santos
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