jueves, 18 de julio de 2019
EL BAÑO
Cuando bañamos a un perro lo estamos despojando de un atributo, su olor, ganado a base de días de caricias, aventuras y trabajos. A cambio, le dejamos un confuso olor a frambuesa o a pino que trastoca y desordena todo su mundo.
Es como si al ducharnos se nos cayera nuestro nombre, olvidáramos nuestra profesión o mudáramos los muebles de la habitación o los títulos de nuestra biblioteca. Seguro que mucha gente le gustaría de probar esta ducha mágica y sanadora pero al acabar su baño Pupi y Rizos me miran con ganas de venganza y en cuanto se secan vienen a frotarse en mis piernas o a revolcarse furiosos en sus rincones favoritos para recuperar aunque sea una limosna del olor a perro que es su seña de identidad.
Juan L. Rincón Ares -Puerto de Santa María-
No hay comentarios:
Publicar un comentario