jueves, 30 de mayo de 2019
EL VELO DE LA DIOSA
El punto exacto, que
caen polvos de estrellas
a otro espacio...
Galaxia nueva, toques siempre
de un instante que eterno se vuelve.
Era un ilustre caballero de armadura blanda
en corazón.
Señal que hizo voltearla;
razón por la que quiso amarle.
Esparcía destellos sin pena ni miedo.
Tanto que poseía que solo pensaba
en entregar.
Dones pueden despertar a muchos
pero muy pocos querrán esparcirlo.
¿Quien dijo que por dar amor, el saco tuyo
vaciarías?
¿No ves acaso que tu energía emerge de la mía y la mía en la tuya?
Avanza el mundo sin reparo,
sin tiempo,
banderas,
ni guardias.
Pero otros se elevarán, en defensa
por amor.
Hacen bien en no medir
lo que une a las almas.
Hará bien distinguir
quien no se le ve y posee alas.
A funerales, partidas, despojos
invitados
pero la luz de la vida
despierta de frías catacumbas.
Arriba manos en gratitud
por las caricias, antes dormidas.
Por ti pediremos a dioses
que ruegan por todos los rincones.
Era noble y refinado amante
que cantaba al compás de poesía.
Digno hijo privilegiado
por traerle hijo a la luna.
El temple de un buen jinete
no se mide por postura.
La velocidad con que cabalga
tampoco dice si es premura.
Oirán de aquellos valientes
que se lanzan en batallas;
más vidas le irradiaremos
por sacar de adentro agallas.
Luna dormida
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