Me aprendí de memoria
los noventa y nueve nombres
con los que te endiosaron
tus devotos
y encaminé mis pasos
guiado
por los puntos cardinales
de las utopías.
Se iluminaron mis noches
hasta que se quemó
la torcida del candil
de tus ojos
y rubriqué con la huella dactilar
del dedo que señaló al futuro
el contrato de arrendamiento
de un trozo de inconsciencia
al niño que una vez fui.
Pero todo ello
mandé de a tomar por culo para allá
cuando con otros apóstoles
bendecidos por el espíritu santo
del pellejismo
decidimos hacer botellón
EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ.
FRANCISCO TOMÁS BARRIENTO EUSEBIO -Campofrío-
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