jueves, 28 de marzo de 2019
ASONANCIAS DE LA VEJEZ
Me asusté cuando, al mirarme al espejo, mi cara sonó a viejo. Parpadeé ante el cobrizo retumbo de mi frente cada vez con menos cabellos. Entristecí al ver el agridulce y un tanto viscoso eco marrón de mis ojos, de los que solo ha rejuvenecido el familiar asombro de mi tristeza. Toleré el pasmo de escuchar la negra melodía de mis cejas, temblé al oír la rugosa canción de mis canas, y me deprimí cuando bebí el color carne añeja de mi boca, la cual tiene en los bordes nuevas arrugas que delatan mi angustia. Toleré apenas el ronco fulgor de mi barba, ya casi totalmente nívea. Sostuve con falsa firmeza el blando y entrecano sonido de mi cuerpo desnudo, donde mi juventud murió y apenas si me di cuenta. Ahora cuando me veo al espejo salen los chirridos de un cuerpo y rostro que tal vez envejecen más de prisa afuera que dentro del espejo. Son los implacables sonidos de la vejez…
Victor Diaz Goris
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