miércoles, 6 de febrero de 2019
EL LIBRO VACÍO
Paseábase por el bosque entre sus límpidas fojas, y en su tenue iridiscencia lagos de tinta buscaba y una pluma menoscaba de entre sus hojas sacaba.
Al borde la Navidad extrañada le miraba, con su inefable sonrisa sus virtudes le mostraba y a la orilla de las hojas sutiles letras dejaba.
El libro, ¡cómo lloraba!, entre sus hojas dormidas,
nadie escribió en ellas y ni el sol las despertaba.
La Navidad conmovida, comenzó a escribir en ellas y en sus letras asomaba las callejuelas que amaba.
Atrevida y fulgurante lo llevó por los senderos, por los rumbos de la vida, del amor y lo vivido.
Inmersos entre los muros de la gente de la calle, de los "hambrientudos" niños descalzos en el olvido.
Superfluo bullicio de una soledad perdida, andando por las veredas de una urbe solapada por el oro de los zares en la miseria de un cuento.
Titubeante y asombrado el libro de blancas hojas llenábase de verdades y añoranzas,
pero también de dolores y fulgores.
Taciturno y cabizbajo lloró sobre sus renglones y su nítida conciencia soñó sendas navidades.
De la mano con la aurora y su cúmulo de letras, fue llenando sus querellas, sus riberas de bondades. La Navidad le imploraba acompañarla a su mesa, al renacer de los vientos, al aura de buenos tiempos.
Dualidad de navidades se dijo el libro sediento de contar a los lectores su odisea y ambrosía por los parajes etéreos que viven las vanidades en un mundo de oquedales.
A un renglón de rellenar con el pincel de sus tintas el libro de hojas pintas,
bendice a la Navidad que abrió sus vacías hojas y las escribió tan pronta con la sapiencia de un sabio, con la cordura de un niño que renace en las conciencias y en la mirada de un libro.
Hortencia Aguilar Herrera -México-
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