La noche me regala el aliento.
Las estrellas, su dulce resplandor.
Un suspiro suspendido en la luna
me recuerda, que ya no somos dos.
Los susurros contenidos
cayeron en la fragua del olvido,
mantenidos por hilos invisibles;
nadie ni nada los adivinó.
Batallas se desencadenan entre
el miedo y el rencor.
Vanos son los deseos que, sin esgrimir,
se lanzan al viento a viva voz.
Agua y viento, frío o calor.
Amor y odio se conjugan en unos
versos que nacen y mueren…
con la música de una canción.
Juana Campos Cortes
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