Mi madre cuenta que empecé a hablar muy temprano, desde los nueve meses ya pronunciaba alguna palabra entendible. Lo de leer llegó más tarde.
Aprendí a juntar las primeras letras en 5° de la extinta EGB y debía ser una especie de portento porque cuando venía alguien a clase, la maestra, a quien invitaba a su mesa para leer era a mí.
Recuerdo que a papá le encantaba presumir de eso, cuando me llevaba con él, montada en su vespa, a algún bar. Me ponía a leer los titulares de los periódicos.
En casa nunca hubo libros, ni enciclopedias, más que los de texto.
Olivia Falcón
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