miércoles, 2 de enero de 2019

CANCIÓN DE ROMANCE Y MUERTE.


En el jardín de la lírica.

Las mariposas del amor y la belleza
sobrevuelan un cadáver
vestido con traje de desnudo anacoreta,
y sus entrañas son dulce raíces
con tiernas venas,
para las flores caníbales que quieren
comer de sus emociones.
Mordiendo poco a poco,
con sus dientes de fuego y seda
la piel de sus romances.
Para alimentarse de las noches enquistadas
en lo más profundo
de su sangre y de su alma.
Porque las flores tienen hambre
de labios y de lunas.
Un hambre que es tan pasional
como viva.
Hambre de sueños que palpitan
cuan peces de sangre,
que nadan entre corales de lágrimas que besan
lentamente el desnudo de la muerte
y el de la vida.
Hambre de comerse los instantes
como si estos fueran unos frutos,
con semillas de estrellas fugaces y una monda
de labios descarnados.
Y hambre de versos que se vuelven
enredaderas de música
que abrazan el esqueleto de la noche
y su sombra azul.
En el cuerpo del poeta, muerto de amor
y de melancolía,
hay un jardín, con pequeñas flores caníbales
que germinaron del interior
de sus costillas, y de su pecho.
Todas ellas, con sus dientes y con sus pétalos
manchados de tinta.

Debora Pol.

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