viernes, 30 de noviembre de 2018
EL POETA SIEMPRE ESCRIBE, PARA QUE NO PUEDAN OLVIDADLA
Una luna de alfanje asoma por la sierra de Marabes,
la húmeda niebla envuelve el tajo del Algarin;
el asiento del sol, que son los pechos erectos
de una quinceañera, vistos en la distancia.
Que si te acercas te explico:
que no es otra cosa, que el tajo del Algarin
y su hermana la cima de las Grajas;
que a estas horas están durmiendo, están acostadas.
Una hoguera de almendros esclarecía la visión,
el viento de levante o, solano,
se acerca con su presencia infinita
y ruidosa, caracoleando en tu cintura.
Las dos carreteras que suben cansinas
a esta villa, "balcón de los pueblos blancos"
serpentean en la distancia,
como los cuerpos olvidados que van a dar a la mar.
El fósforo de la mañana se dilata en el campo,
y el pantano hace crecer otra vida;
suena a lo lejos el quejido de una campana,
que se lamenta porque se la llevaron a Zahara.
Las palabras comen de mi mano como palomas,
-saben que son verdaderas, nunca inventadas-,
campana, tañedor de cuerpos, tu tez se ilumina
en las alegrías y en las penas aldaba de la lluvia.
Pero el Gastor se conforma con sus pechos de mozuela...
y tú campana, sigues prisionera en Zahara...
y el poeta escribe para que no puedan olvidadla...
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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