domingo, 2 de septiembre de 2018
PERMANENCIAS / ANTÍDOTO / IRRADIACIÓN
PERMANENCIAS
Él la miraba con los ojos perdidos en el vacío del olvido.
Ella le acomodaba el cabello, colocándole el mechón rebelde y cano de forma que no le molestase.
Como siempre lo había hecho él. Una lágrima asomó a los ojos de ella, una lágrima que su mano, apresurádamente, se dirigió a retirar. Pero la mano rauda de él agarró la muñeca de ella. Firme y, al mismo tiempo, dulcemente. Los ojos de ambos se encontraron. Las lágrimas de ella perdieron todo control, en la certeza de descubrir que algo de él todavía no se había ido.
ANTÍDOTO
Dame tu mano –pidió él. Ella la extendió, tímidamente.
Él la sostuvo entre las suyas hasta que la mano, fría hasta entonces, fue cogiendo temperatura, adquiriendo la calidez de las manos de él. Y lo mismo ocurrió con todo su cuerpo, antes helado. Supo que había amarrado en puerto seguro. Sólo entonces pudo levantar el vuelo, sabiendo que a su regreso, le aguardaba el calor.
IRRADIACIÓN
Cerró los ojos. Una luz cegadora la deslumbró. Emanaba de su interior. No se sorprendió demasiado. Ya le habían dicho que estaba radiante.
Del libro Prismas de MÓNICA RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
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