CUERDA PARA UN SINSONTE
Un hombre imaginó una flecha en el techo del salón de su casa mientras tomaba una taza de café. No pudo evitar seguirla hasta la habitación contigua.
Se detuvo frente a la ventana y observó como desde su marco pendía una cuerda y al final de la misma colgaba un sinsonte. Se giró y miró hacia la cama.
Ella yacía sin voz.
ESTUPOR
Luna llegó temprano como no acostumbraba, llegó a ese café del Madrid de los Austria donde en más de una ocasión se había encontrado con Adolfo a desnudar sus almas. Ocupó una mesa, la de siempre, y por primera vez observó que estaba rodeada de espejos. Dirigió la vista hacia uno, el de enfrente.
Luna sabía, ¿sabrá?, que no podía cumplir las expectativas de Adolfo. Era consciente de que algo le tenía que decir esa noche. Amaba su brillantez, su energía, su inteligencia, su lucidez, pero experimentaba la certeza de que su cuerpo no podría nunca encontrarse con el suyo.
Del estupor pasó al temblor porque mientras se miraba intensamente al espejo, deseó con fuerza transformarse en eso que Adolfo necesitaba.
LA PERCHA
Transcurría el mes de octubre. Fernando siempre aparecía el día 28 de cada año y Florencia lo aguardaba de forma invariable sobre el diván con unngin tonic y la caja de música de la que salía una única melodía: “Yesterday”.
Ese día Fernando no llegó, ni al otro, ni al otro. Sencillamente no llegó.
Días después los aullidos de un perro alertaron que Florencia había muerto de espera. Los vecinos se ocuparon de todo, incluso de enterrarla.
La vistieron con el viejo gabán de Fernando, que nadie nunca supo por qué estaba colgado de la percha.
MAYDA BUSTAMANTE (Cuba / España)
Los libros de la gaviota
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