Y no esperes que nadie ponga mucha
atención a tus gritos pues de sordos
está llena en el cielo la casucha,
y tampoco en la tierra muchos gordos.
Nos hacen mucho caso a quienes pobres
llegamos a la vida sin el pan,
sin la oportunidad de tener sobres,
sin ocasión de ser un capitán.
Mis gritos me los guardo aquí en el pecho,
y donde nunca mueren por la lluvia,
con mi manera vivo satisfecho
pues en la calle el mal señor diluvia.
Y gritar no merece la condena
prefiero disfrutar con mi morena.
Carlos Puchelar
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