No eran sus palabras
tampoco su mirada
era el sabor de su piel
lo que embrujaba.
Historias inacabadas
cada mañana un recuerdo
el sabor de sus labios
igual hoy que ayer.
Surgió una noche
parecía venir de la nada
y en un solo instante
se ilumina el universo.
¿Dónde se hallará ese principio
que hace amar?. Amores,
pasiones alejadas de razones,
¡bruma! y allí unos inexplicables
latidos...
Acá, en este lado siguen latentes
tantos latidos entremezclados
de hoy y ayeres,
ahora entre brumas ocultas.
Amantes, eternos amantes.
Francisco Javier Díaz Aguilera.
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