martes, 24 de abril de 2018
ESA NOCHE
(En memoria a mi viejo)
Cuando quiso marcharse no hubo bardiza
ni amor terrenal que lo atajara.
Fue cerrando sus ojos en silencio
y
con calma;
en idílico sueño se marchó para siempre
liberando su alma,
la que huyó presurosa,
porque estaba cansada de sentirse entre rejas
en el cuerpo apresada.
Era una noche ¡Como otra!
Con su fría madrugada,
había suspenso en la alcoba
y
tristeza en la casa.
¡Ah! luctuoso domingo que a mi vida marcara,
al observar la partida
de aquel que un día me engendrara.
¡Ése era mi viejo!
El que abandonaba esta morada
con marcado desprecio,
porque era consciente que es la vida un infierno
o
quizá una estancia
en donde hibernamos un tiempo,
para luego viajar en el preciso momento,
a buscar el descanso en el hontanar del misterio;
allí todos disfrutan con igual privilegio
de esa vida de ocio
en el rincón de los muertos;
observando a las estrellas
y
a los dispersos luceros,
en extraños parajes
y
limbos encubiertos;
flotando cual nubes por el dombo del cielo.
Esa noche inició su viaje sin regreso,
dejando el equipaje de novato viajero,
en su onírica nave,
entre velas
y
velos;
siendo el piloto
y
a la vez pasajero,
un experto timonel de su raudo velero
o
tal vez sólo era...
¡Un muerto apresado en el vientre
del oscuro féretro!
Gerardo Carrascal Santiago -Colombia-
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