Entre mi voz y tu voz
un silencio infinito.
Mar de peces muertos
sin remos y sin olas;
signo ajeno, inaudito,
espectante y vano.
Como un niño difunto
atado de las manos
que es grito y es llanto;
se derriten las lágrimas
y se remarca el punto
final de un triste canto
de pena, de las ánimas.
La distancia es eterna
se transforma en olvido
contundente y atroz;
origen de un abismo
incontrolable y quema
cual arena de desiertos
solitarios, lejanos,
distantes y perdidos
donde no queda nada.
Josué Fernando Morales Gómez -México-
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