Con mi llorar por el camino, las piedras sollozaron,
se enternecieron
y su dureza natural quebrantaron.
Los árboles de la tierra se inclinaron,
las aves me escucharon y cantaron,
cansados de escuchar mi llanto, silenciaron
mi dolor y con sus trinos me mimaron.
De la mar de mis ojos, lágrimas salieron
corriendo, al empuñar mi pluma blandieron
y cayeron sobre mis pómulos que cedieron,
fluyeron y huyeron, y como ríos se nutrieron.
¿Cómo poner fin al riego de mis ojos lacrimosos,
si llorosos, sus lágrimas abundaron más gloriosos
y regaron los valles secos e infructuosos
de caminos frondosos, lujuriosos y temerosos?
Valles secos renacieron y florecieron.
Elizabeth Chacón León -Perú / Estados Unidos-
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