Apoyada en esta esquina,
una vez más, espero el milagro
con la mirada derramada
y, el corazón siempre esperando.
El llanto huyó de puntillas,
se cansó de regar tanto.
Recuerdo tus caricias jóvenes,
tus palabras torpes y una
rojez candente en mi rostro.
Mis manos temblorosas
rozaban tus labios para que
no se aventara el eco de
tus seductoras y suaves palabras.
Nos separaron. Resignadas
nuestras almas marchitas,
como queda la rosa cuando
la desprenden de su tallo.
Sombría quedó la luna que
en las noches nos envidiaba,
callada la fuente que sucumbía
ante nuestra sinfonía de miradas
y furtivos besos.
Voló aquel palpitar de enero.
Con las sombras del anochecer…
sucumbió al invierno .
Juana Campos Cortés
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