sábado, 27 de enero de 2018

UNA TARDE


La tarde, con el sol arriba. Arriba de ti, arriba de mí. De nosotros.
La gente yendo y viniendo con prisa, con ganas de llegar. Y de repente encontrarte en ese ir y venir. Entre esa prisa, ese querer olvidarte y olvidarme de los momentos pasados, pasados por nosotros, vividos por ti, vividos por mí. Encontrarte en esta renuncia, en ese dejarte libre y en libertad de ser con otro, otro momento, otro presente. Vivido por ti, vivido por él, ese él que no fui yo.  Así, te encontré. Y yo que no quería encontrarme, me encontré al encontrarla. Y al encontrarla me vi en el reflejo de sus ojos, esos ojos que aún se entrelazan con los míos. Me vi asustado, como cuando se ve a un fantasma, como cuándo se huye de algo, como cuándo se escapa de alguien. Quise fugarme... pero fue inútil, no pude hacerlo. Cuando lo quise hacer su sonrisa y su mirada ya me habían atrapado. Y yo que quería escapar, me senté a su lado, mas por caballerosidad que por voluntad. Entrelazamos palabras, fluidas por ti, pero al momento de ver que apenas salían de mi boca, se frenaron. Hubo silencio, un silencio que se moría por romperse, un silencio que intentaba gritarte tantas cosas; entre ellas... que te extraño.
Te encontré, apenas 10 días habían pasado desde que dije adiós, desde que te deje en libertad. ¿Acaso esta vida no es un juego?,  Y yo, ¿seguiré siendo el balón?... ¿Acaso  la vida es un libreto de teatros?, ¿Tu y yo, protagonistas de esta historia?...
O será acaso que realmente somos almas gemelas...
Esa tarde la vi, me vio. Me rompió la serenidad, me rompió la calma.
Solo espero que el día en que te vea y te encuentres junto a él, no me rompas demasiado el corazón.

MIGUEL ÁNGEL ORTEGA ÁLVAREZ -MÉXICO-
Publicado en la revista Trinando 16

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