Vine de la inocencia a la mocedad solo para aprender que es el amor.
A mí que me importaba lo que era el amor si era feliz encerrado
en el cuerpo de niño y en un mundo donde a todo le ponía alas y a los charcos los hacia mares.
Quién tan imprudente permitió sacarme e iniciarme en tremenda barbarie.
Yo era feliz con mis juguetes, con mi pelota, con mi imaginación, con mis canicas…
Ahora que no meriendo por pensar en ti, que deseo aferradamente verte y tenerte entre los brazos de mi mirada,
saborear tus labios húmedos que nunca he probado,
que mis ojos aflojados con aceite de ternura, tienen necesidad de ti.
¡Que se vaya al carajo el balero, el trompo, los carritos, todo lo niño de mí!
Porqué consintieron que un niño a hombre no incluyera el valor.
Te amo, te sueño, sed de ti tengo.
No sé cómo hablarte, manifestar lo que mi mirada te dice, no tengo valor.
Me dicen las comadres de mi madre, los primos ya amados y sufridos en el tema del amor, que no soy ni el primero ni el último.
Misael García Consuegra.
Con quién reclamo este atropello, esta injusticia metida por la fuerza al corazón de un niño queriendo ser hombre.
Dónde dejo lo niño, la inocencia mía.
Quién me enseña a gozar mi dolor y a sufrir por tu amor…
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