lunes, 1 de enero de 2018

LA ESPERA


Al otro lado de la ventana el tiempo transcurría a su velocidad. Sin embargo, dentro se detenía por los pasillos, por las salas de consulta, por los ascensores y los puestos de información. Cuando llegaba a Urgencias, se paralizaba como la muerte. Por un instante se sorprendió rezando. Pidió por Dios que no le ocurriera nada. Esperaba. Siempre esperaba. Hasta donde recordaba había estado esperando. Primero, los niños. Luego, los otros y todos los demás. Y, ahora, a que el médico que atendía a su marido en urgencias le asegurara que todo había quedado en un susto. Se preguntó si alguna vez alguien la estaría esperando a ella. Le invadió un viejo sentimiento de tristeza. Volvió a fijar su mirada tras la ventana y el tiempo, que allí se había convertido en piedra, fuera corría como el viento, mucho más rápido que los automóviles que se perdían a lo lejos por la carretera. Mientras, una vez más, ella seguía esperando.

Isidoro Irroca

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