Era ayer.
Sólo era ayer.
Cuando plantaba poemas con tu nombre.
Cuando plantaba la despedida
antes de que fuera mañana.
Mis rosas dejaron de ser blancas,
dejaron un perfume pintado en la cara,
un largo sonido plantado en la espalda.
Un sombrío silencio marcado.
Decía que no era posible la mañana,
que no era posible quedarse con la letra marcada.
excepto, la miel que grita poderosa en la ventana.
Isabel Rezmo -Úbeda-
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