lunes, 29 de enero de 2018
CAMINOS
“… yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas”.
(Antonio Machado)
Descendí de los abismos
del infierno,
allí se me concedió la gracia
de conocer las profundidades
del alma de los hombres,
sellaron en mi mirada
el misterio de la muerte
y fijaron un brillo de luz candente
que me obligara siempre
a la esperanza.
Así emprendí el camino
del tiempo
y cuando presumí que lo mío
era ya fortaleza,
vino el ángel extraviado
a decirme
que la vida me había derrotado,
que mi desapego
era puro abandono
y que mi bondad
solo era desidia.
Entonces pedí subir a la luz
y me devolvieron a los infiernos,
al grito desterrado
de lo perdido,
a desear volver atrás
en el tiempo
y a lo imposible
del anhelo.
No quisieron, sin embargo,
apagarme la esperanza
y con ella escapé
por las paredes escurridizas
del silencio,
y cuando creí que me habían
olvidado
vinieron a mostrarme
el camino de la muerte.
Doblemente me castigaron
y la pérdida se hizo obsesión
y extravío.
Luego, cuando ya no existía
el miedo y a dentelladas mordía
la rabia del desconsuelo,
volvieron a visitarme
los ángeles del recuerdo
pero esta vez ya no había
con qué asustarme
y en mis ojos ardía
una violencia antigua
y un instinto animal de desafío.
Nunca pretendí convencer
pero mis manos estaban dispuestas
y en mi mirada la sangre
pedía caliente su venganza.
Entonces me olvidaron
para siempre
y seguí mi camino infinito
del tiempo.
En cada parada me piden
que les cuente mi historia
y mi historia está hecha
de olvidos,
en cada esquina me gritan
que diga mi nombre
y mi nombre se pierde
por las calles solitarias
con pretensión de abismo.
Unos ojos se detuvieron
por un instante
pero ya era tarde
para curar heridas,
era muy tarde para
enterrar de nuevo la raíz
ahora que era del viento
y había bebido el veneno
de la osadía.
Por eso me perdí
por los caminos del
ensueño
por eso hoy
cuando se desentierran los recuerdos
fijo los ojos
más allá del horizonte febril
de mis infiernos.
Del libro Silencios del subsuelo de Isidoro Irroca
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