¿Cuántas veces querías situar un punto y final a nuestra historia?
Con exactitud no sabría decirte cuánto.
Te riño desde mi memoria.
Alego que fueron quizás muchos enfados, pleitos y reclamos, entre otras averías, enfatizo que fueron más de mil docenas.
¿Cuántas ocasiones me pediste que me fuera de tu vida?
Pocas, tal vez, porque cada pleito, cada reclamo y enojo, eran simples promociones al amor. Nos terciábamos con la espontaneidad del tiempo y nos importunamos deseándonos y amándonos locamente.
He aprendido algo nuevo, que ni los poetas, ni los correctores de estilos, ni siquiera la mejor academia de la lengua conocen, sabes, gracias a las múltiples ocasiones de nuestros pleitos, cuando tú has querido ponerle punto y final a nuestra historia, el amor, sí, nuestro amor ha faltado ortográficamente y ha superado el punto y final siempre.
En el amor no hay punto y final.
Hay momentos pasados, ubicuos y futuros.
Malqueridos y amados.
Misael García Consuegra.
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