martes, 26 de diciembre de 2017

EL FAROL DE LA NAVIDAD


Había un faro donde el amor con su luz reflejaba el espíritu navideño, un faro encendido por todos los sueños, que los humanos estaban teniendo.
En la noche de navidad, el faro se iluminaba poco a poco, y por momentos parecía que florecía en su intento.
Pero su llama se apagaba, pareciera que quería morir en su intento.
Era una noche fría y oscura, y el farolillo no se encendía, más bien parecía que sus lágrimas rozando por su frío cuerpo quedaron inertes y sin movimiento.

Aquella noche de navidad, desde su ventana un niño
miraba con la esperanza que ese farol que su madre le había dicho, que se encendía con el amor de los hombres se iluminara, pero permanecía a oscuras ya apenas se divisaba.
La noche más hermosa del año, y sin iluminarse ese faro, el niño se sentía desolado.

El niño se bajó de la silla, y se arrodilló con sus manitas entrelazadas, y cerrando sus ojitos, le pidió a Dios que se iluminará con tanta fuerza, que los hombres pudieran compartir todo el amor que habían olvidado entre los rencores y olvidando las buenas acciones.

El niño miraba una imagen del Niño Jesús, que bajo el árbol de navidad estaba.
Y lloró ante ella, pidiéndole que ese farol se iluminara,
que los hombres sin esa luz, dejarían sus almas en tinieblas sin sentir el aroma de tu llegada.

Dicen las gentes, que esta historia que contaban, de ese farol que se encendía solo en la noche de navidad, era para recordar a los hombres, que abramos el corazón y olvidemos el rencor.
Que juntos iluminemos ese farol, que no pierda en las tinieblas, que celebremos juntos el nacimiento de Dios.

Olivia Cortés Rubio -Málaga-

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