Agachado sobre una mesa el hombre, como un perro, empujaba sus heces al exterior.
El pene erecto, su éxtasis, dependían del placer de la expulsión.
Sonreía a la chica que miraba apresada en la traumática nebulosa de las pesadillas.
Asqueada, ella intentó marcharse y despertó entonces horrorizada como otras veces desde la noche en la que, expectante y excitada había llegado a casa del hombre para hacer el amor; desde el instante en el cual había considerado él sin preguntar su siguiente juego y forzándola contra el respaldo del sofá colocó las nalgas sobre su cara, humillándola, agrediéndola.
Charo Bolaño Wilson
Participante en el VI Certamen Microrrelatos Libres Memorial Isabel Muñoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario