Wuiliam Blake cruzó la mano derecha sobre el pecho
y las palomas que dibujaba su mujer se posaron en la ventana
Afuera una lluvia fina modelaba los jarrones
las meretrices se desnudaban
y las muchachas untaban de azogue los espejos
Wuiliam Blake no tenía sombrero
y por las tardes rezaba y escribía poemas
junto al hornillo del patio
Ana Karenina llora por el mozo del ferrocarril
Ofelia cae de bruces
y Eduardo V cierra las puertas por el frío
Todo esto era en marzo, a la misma hora
Al otro lado del mundo
José María Heredia entonaba una canción
y nadie le escuchaba
Marcial Lorenzo sembraba unas begonias
y Patricia Monteverde atravesaba la ciudad de La Paz
Los gorriones comenzaron a cagar las estatuas de los próceres
justo al terminar la tarde
Wuiliam Blake está detenido en el horizonte
y parece tener una mano en el pecho.
Reinaldo García Blanco -Cuba-
Publicado en el libro La Estrella del Sur
Publicado en Editorial Alebrijes
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