miércoles, 6 de septiembre de 2017
LAS TRES SILLAS
Tres sillas vacías en el escenario. Nadie sabía quién las iba a ocupar. Se había mantenido en secreto por los organizadores los nombres. Sin embargo el salón estaba con el aforo cubierto. Todos esperaban que las figuras fueran de primer nivel.
Se apagaron las luces de la sala y se encendió un cenital sobre la primera silla. Por la derecha apareció un anciano mal vestido con una vieja maleta en la mano. Se sentó. Abrió la maleta y sacó un libro de bolsillo de pastas descoloridas. Empezó a leer despacio, muy despacio, acompañado de una música de guitarra flamenca. Mientras leía apareció un segundo personaje, con aspecto de pastor y una mochila en la espalda. Se sentó en la silla de en medio. Se descolgó la mochila, la abrió y sacó unos papeles manchados de sangre. Cuando el anciano calló y el cenital se encendió sobre su cabeza inició su lectura acompañado por una canción de guerra. Mientras leía pareció el último personaje. Se cubría con una gorra marinera y traía en la mano un sucio macuto. Se sentó en la silla libre, abrió el macuto y sacó un libro con una paloma en la portada. Cuando se hizo el silencio y la luz cenital iluminó su figura leyó al ritmo de un canto marinero. Al acabar su lectura la luz cenital cambió a un azul intenso; la del pastor pasó a ser verde; la del anciano pasó a amarillenta. En ese momento los tres se levantaron y se saludaron. Recordaron sus encuentros cuando la cultura tenía futuro antes de que los bárbaros la enterrarán en sangre. Volver a aquellos días no resulta fácil. Al pueblo se le dio fiesta y a ella sigue agarrada.
Se separan los tres y vuelven a iniciar sus lecturas alternándose al tiempo que jugaban con las luces verdes, azules y amarillas.
Girando, girando, los tres desaparecieron y aparecieron tres cantores que elevaron el verso a bellas melodías que fueron coreadas por los espectadores que no las habían olvidado.
JOSÉ LUIS RUBIO
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