Cada vez que me miras
con esos ojos vivaces, castaños
fugaces, dispersos, taciturnos
que no dicen sí ni no
Ojos que me traen esperanza, miedo
mirándome envueltos en reticencias
me estremezco
Cada vez que nos encontramos
aunque sin querer, sin razón
Ciegos de tanto cielo, tanto mar
tanta oscuridad
Distraídos en pensamientos vanos
Ah, mujer, yo percibo
que incluso sin habernos tocado nunca
en esta intensa amalgama de sentidos y razones
que nunca tuve, te he visto entre las
esquinas, callejones, paseos
aunque no sabía tu nombre
Ah, cómo te amo mujer...
Anderson Estevan -Brasil-
Publicado en Suplemento de Realidades y ficciones 73
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