miércoles, 31 de mayo de 2017
SOCIEDAD DE SEÑORES AMOS DE DEMOCRACIA Y CULTURA
Aquellos que poseen sensibilidad e inteligencia, no deben hablarles de cultura, ética y estética a los políticos de este país. Sería como echar las redes al viento.
Sumergirse en la lectura del libro de ensayo Una sociedad de señores (Jus Ediciones), de Mario Campaña (Ecuador, 1959) poeta, ensayista, investigador literario y traductor. Autor de ‘Francisco de Quevedo, el hechizo del mundo’ (2001), ‘Baudelaire, juego de triunfos’ (2006) y ‘Linaje de malditos’ (2013), nos ofrece ahora el entramado que conforma el verdadero poder que desde hace más de dos mil quinientos años ha ejercido, y continúa ejerciendo, la influencia decisiva sobre todo Occidente, desde el origen de la historia europea hasta nuestra época.
Buena pieza para al lector interesado y comprometido con vocación en el compromiso por la lectura y la defensa del libro. Toda una inquieta aventura con cierta dosis de utopía en tan materializado siglo XXI, teniendo enfrente de nuestros dudosos gobernantes al nuevo presidente de Francia Macron, que manifiesta públicamente y sin demagogia la importancia de la cultura en nuestra sociedad.
Un envolvente recorrido de la lectura que lleva al buen lector por los siglos pasados con ejemplos estadístico de lo lo que debemos entender «por cultura señorial o aristocrática y su complejo de ideas y valores. Unos patrones de conducta imaginario, que surgieron de la élite gobernante, de los llamados al principio “mejores” y después “nobles” Desde la lejana Grecia hasta hoy. Ellos vive en las alturas, en la cumbre de los jerarcas que ellos mismo han construido, por ser superiores a nosotros, es decir, a los bárbaros, los esclavos, los trabajadores, los ignorantes, los incultos, los humillados y ofendidos, “las mujeres, los extranjeros, los maleducados, la «gentecilla», los radicales, los viciosos, los mediocres; nosotros, es decir los que no tienen poder, los racial, social, económica, cultural o sexualmente inferiores, los moralmente inferiores”.
Han pasado los siglos, con ellos y desde arriba se fue formando la democracia unida a la cultura. Otros tiempos con otros sones desde el poder de las alturas, al compás creador de una elite, diferente, representativa y democrática, pero “su cultura no lo es, pues en ella predominan concepciones de la vida, las personas y las relaciones sociales no igualitarias desde el punto de vista moral. Aun hoy día, en nuestras sociedades actúan e incluso imperan una noción de humanidad no verdadera” La diferencias sociales han llegado a extremos casi insostenibles para un tercio de la sociedad en España, por ejemplo, no pueden cubrir unas necesidades, Con derecho a preguntar si esta jerarquía no está asumiendo hipócritamente los criterios que en 1783 George Washington en su manifestaciones estatales consideraba que “los nativos americanos solo se diferenciaban de los lobos por su forma humana” La democracia equiparó los derechos de los ciudadanos ante la ley, pero no ha concebido la igualdad moral, ni ha abierto un debate sobre ello. Y sin embargo, en ese terreno moral, el de las cualidades y los méritos, que se teje en la relación diaria, se encuentran resortes que limitan la vida democrática. La implícita noción de desigualdad moral o de méritos y merecimientos que sustenta la clasificación entre superiores e inferiores sigue siendo componente de nuestras sociedades.
Debemos tener muy claro frente a los discursos populistas bien denominados de izquierda como de derecha, pues los populismos, igual que los nacionalismos, ambos resultan conservadores y nefastos para la democracia y el progreso real, cuando un pueblo sin una cultura viva nunca podrá desarrollarse, por mucho que lo pregonen políticos de incultura voluntaria y nos quieran vender el cuento del alfajor.
El año 2015 se editaron en España unos 70.000 títulos. Ese mismo año cerca del cincuenta por ciento de los españoles no leyó un solo libro. Un dato triste y preocupante para quienes amamos y defendemos la lectura y el libro. La cultura de la palabra escrita La gran mayoría de los políticos con cargos de importancia no sabe, no contestan. Por fortuna el presidente de la nación lee el Marca todos los días, la necesidad de leer en una sociedad altamente mediatizada, aburrida y en gran parte alienada. De la corrupción para que hablar si ya nos hemos acostumbrado a ella.
El siempre admirado Raymond Chandler maestro clásico de la novela negra decía que: “En estos tiempos no hay forma de hacerse rico sin algo de corrupción” Las verdades a medias sobran, Los programas a favor del libro y la lectura escaseen de una fundamental base por lo que resultan insuficientes y anticuados. Las cataratas de mentiras nos ahogan. Meter el dedo en el tarro de la miel es lo que se lleva y protege la actual jerarquía de democracia pervertida.
Francisco Vélez Nieto
Publicado en MUNDIARIO.
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