sábado, 1 de abril de 2017
AMOR PARA LA HISTORIA DE UNA CULPA
Llegará un día en que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza.
Paul Geraldy
Como a hurtadillas roza el pasado mis sienes,
me viene sigiloso con sus pies de gacela
y lo mismo que un bosque desdobla sus ramajes,
él toda la espesura de recuerdos despliega.
Se me dobla la cinta de mis años ajados
y aparece en su envés tu adolescencia esbelta,
destello que adelgaza el rubor de un suspiro
inasible y etérea como tu silueta.
Mis ojos, dos donceles que sus redes te tiran
para cazar un sueño que nace en tus ojeras.
Empezó a aquella tarde abrírsele una historia
que en su prólogo tuvo rumor de discoteca.
Paseos por esquinas de todas las penumbras
y ensayo tembloroso de caricia inexperta.
Mis manos le pusieron asedio a tu cintura
y tus senos se hincharon igual que una marea.
En el último cine hizo fortuna un beso,
llave para panales de nuestras dos abejas.
Los cafés empaparon con su aroma palabras
que en tu alquimia de afectos se volvieron poema.
Insomne nuestra luna, apadrinó las noches
descalzas por la orilla de una mar agosteña,
con su nana de vidrio cómplice de los cuerpos,
con nuestras despaciosas voces calenturientas.
Arañaba con brillos el panel infinito
del ocio milenario un palpitar de estrellas,
como si se alegraran de nuestra consonancia,
como si con mirarlas las tuviésemos cerca.
El pueblo era un manojo de luces a lo lejos
y toda la distancia como un ardid de nieblas.
Manos, labios y frases susurradas se echaron
sobre tu cuerpo, fresco como una madreselva.
El tiempo se detuvo como barco encallado
y a gusto en un islote de roces por madréporas.
Todos los miramientos se nos fueron a pique,
se ahogaron en abrazos todas las advertencias.
Volvimos como prófugos de una isla de almíbar.
Tal vez nos perseguía nuestra propia extrañeza,
asombro de que puedan volcar unos instantes
en un festín de risas amenazas tan serias.
Conjura de quimeras y la pasión urgente,
tenazas que en la edad más furtiva se estrechan.
Nos quedó un garabato tenaz en la memoria,
rúbrica de emoción que tortura y deleita.
Cabalgaron los años sobre nuestras canicies
y dejaron el polvo juvenil de las sendas
en los ojos que un día vieron tan cara a cara
una felicidad como grabada en piedra.
Dicha que tiene ahora pátina de pesares,
color de sinsabores y entristecidas hebras.
Pero que todavía es capaz de ponerle
migajas de consuelo al perfil de una pena.
Capítulo de culpas hoy zozobra en mi ira.
Jirones de nostalgia en el alma me cuelgan.
Fui yo quien, torpe, hice de aquel edén volátil,
después de sus cenizas, la sombra de una anécdota.
Pero, aunque me asfixiaran las raíces que crecen
y por el muro ciego de mi olvido me trepan,
jamás las cortaré... Que es ese ayer contigo,
de lo que fui, la única reliquia que me queda.
De Siempre poesía de Juan R. Mena -San Fernando (Cádiz)-
Publicado en Arena y cal 247
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