Norman Dexter no sabía por qué lo habían llamado desde la Central de Inteligencia, ni si sus trabajos como científico tendrían algo que ver con aquella misteriosa convocatoria. Pero no tuvo tiempo para más disquisiciones porque un auto negro lo recogió a la puerta de su casa. Tras un largo viaje en jet privado aterrizó en la base de Groom Lake.
—¡El área 51! —exclamó, dirigiéndose a sus silentes acompañantes.
Poco tiempo después se encontraba en las dependencias subterráneas del complejo, donde le esperaba un general:
—Soy el mayor George Stevans, y usted está aquí porque dependemos de su actuación para que la humanidad sobreviva.
Norman reprimió un grito de sorpresa, pero en su rostro tuvo que reflejarse el asombro, porque el mayor continuó:
—Hace cincuenta años descubrimos aquí un agujero inter dimensional, que nos permitía atisbar en el futuro —hizo una pausa antes de continuar—. En ese futuro, hoy mismo, descubrimos que usted se lanzaba al vórtice que dentro de unos minutos se creará de la nada, y que amenazará con tragarse todo el universo conocido. Se arrojará a su interior y, al momento, éste desaparecerá y la humanidad se habrá salvado de su destrucción
—Pero eso no ha sucedido todavía.
—Por eso le trajimos: su presencia aquí, por así decirlo, es inexcusable. Usted se tirará a ese vacío cuando brote. Su sacrificio salvará al mundo.
—¿Y si no quiero? —objetó, mientras varios soldados se acercaban a él.
Norman Dexter, sin embargo, sabía que todo estaba ya escrito -dijera lo que dijera, hiciese lo que hiciese- hacía cincuenta años.
Francisco José Segovia Ramos
Publicado en periodicoirreverentes
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