lunes, 6 de febrero de 2017

TRATADO DE LIBRE DESPRECIO


I.
Difícil, exportar la vida. Arrancar la tráquea del bálsamo cotidiano, quitarle el aire suyo de cada muerte postergada por una ignota dicha de tierra conocida, de la constancia, amor, de saberse presente, ser de una especie rítmica, no alada, hecha para atrapar del viento sus caminos. Objeto de comercio, todo menos la vida.

II.
Difícil, el exilio. Piérdete, que te trague la arena, que te demande el mar para su anonimato de grandeza, para ser perdidizo, olas o duna idéntica a su casual hermana, amorfas igualdades convertidas en drama de montículo aislado frente a la cordillera.

III.
Difícil, horadar paredes a prueba de mágicos conjuros. Estar fuera, ya no estar donde estabas, tu casa, el eco de lo tuyo en su viaje a la voz del origen. Que te mueras, qué importa… si te exportan. Alguien ha usufructuado tu tragedia.

IV.
La brutal inmersión. No sabemos nadar y nos arrojan. El agua te recibe entre terrazas, entre terrores abismales mutuos. Y ambos cambian de estado. Ella debe aprender a circundar tu cuerpo y darse forma en ti. Tú debes aprender a rebasar sus límites, generosa cesión de un espacio en donde tus pulmones flotan después de muertos. Y si los dos aprenden, el milagro: ella, tu aura infinita de tornasoles súbitos; tú, una voz cincelada de piel y calosfríos para cantarle a ella.

V. Que no mueran las olas en la piel de la amada. Que embista siempre el mar su diadema de pólvora. Que el estallido alcance la escalera lunar, que la rebase. Y que recojas tú los astros sorprendidos que decida la ola sembrar entre lunares.

Del libro Antología mínima de dolores patrios de Luis Ernesto González -México-
Publicado en Periódico de poesía 94

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